jueves, 30 de enero de 2014

Volando por necesidad

El avión es el mismo, pero los pasajeros han variado enormemente. La mayoría de las caras que observo a mi alrededor son del sudeste asiático; huelo a Asia.
Hora local: 10:40 de la mañana del día 30; hora en España: 04:40 de la madrugada del día 30. Queda aproximadamente una hora para aterrizar en Saigon. El vuelo ha sido bastante aburrido, casi que he echado de menos unas cuantas turbulencias para darle algo de emoción. 
Primero repartieron algo así como mini-pizzas acompañadas de un bizcocho, después de la experiencia con el enrollado he decidido pasar, además tampoco tenía hambre. Después nos apagaron las luces e intenté dormir todo lo posible; he pasado gran parte del vuelo en un estado de duermevela, además tenía algo de frío (nota mental: recuerda que en los aviones hace frío, así que lleva algo que abrigue). Unas tres horas antes del aterrizaje empezaron a repartir el desayuno, justo cuando más dormida estaba; la azafata, muy amable ella, me ha despertado, “Do you want chicken with rice or omelette?”. ¡Ayyy, qué cabreo he pillado! “Nothing! I don’t want breakfast!”. Jajajaja, vaya pataleta. El caso es que me he arrepentido al momento, cuando he visto lo que daban: además del plato principal, el desayuno incluía un cruasán, un bollito de pan, mantequilla y mermelada, fruta y un yogur. Pues me he quedado sin desayuno y sin foto del desayuno.
No sé muy bien cómo funcionará esto de la parada técnica. En Barcelona me comentaron que era obligatorio bajar del avión; de todas formas se trata tan sólo de una parada de una hora (o eso creo). Una pregunta, si pisas suelo vietnamita, aunque no salgas del aeropuerto, ¿se considera como país visitado?
Bromas aparte, ya va siendo hora de pisar tierra firme. ¡Qué poquito queda!

No me gusta volar. Es decir, me encanta viajar pero no me gusta hacerlo en avión; es antinatural y estresante. No puedes disfrutar de los paisajes, apenas te relacionas con la gente que viaja contigo, estás encerrado en un lugar hermético donde no sientes el aire en la cara, no pasas frío o hambre, no saboreas los olores que te rodean… todo está pensado para el máximo disfrute del pasajero pero, ¿cómo disfrutar sin hacerlo a través de nuestros sentidos? Definitivamente, volar no forma parte del viaje, es un mal necesario al que nos tenemos que adaptar. 
Pero, espera, quizá volar sí tiene algo bueno. Ese instante en que el avión está descendiendo para aterrizar, que está tan cerca del suelo que empiezas a apreciar el nuevo mundo que te espera ahí abajo. Cuando tus retinas se llenan de repente de nuevas imágenes, lugares nunca vistos pero durante tanto tiempo soñados, y la tierra se acerca tan rápido que ya distingues edificios, campos, el gran Mekong… y piensas, “ahí voy yo, no sé que me encontraré, pero sé que será fantástico… por fin he llegado”. Bienvenidos a Vietnam.
Aterrizando en Saigon (Vietnam)


(Escrito durante el vuelo Doha - Saigon, publicado desde Europe Guest House, en Phnom Penh)

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